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29 de mayo de 2007

Arriba de la pelota


Así estoy ahora: rebotando una y otra vez. Es que en vez de ahogar las penas, me puse a celebrar que mañana me expulsan de mi centro de vacaciones por no pago.

No me puedo quejar, es verdad que no he pagado en mucho tiempo (pero no por sinvergüenza) y yo esperaba que me hubieran dado el sobre azul por lo menos unos seis meses atrás.

Pero así es la vida. A veces estamos arriba y en ocasiones bastante bajo tierra. No los seis pies de la serie sobre la funeraria, sin embargo, lo suficiente como para no poder asomar la cabeza y dar un pequeño respiro.

En fin, así son las cosas y no hay nada que pueda hacer para evitar lo inevitable.


Ya me retiro, porque el monitor me empieza a dar vueltas y el muy travieso no piensa parar...

25 de mayo de 2007

NO ME GUSTA!!!


Si hay algo que me vuelve mono, al punto de mirar las paredes y desear casi con angustia ser capaz de treparlas es que me obliguen a hacer algo.
cuando digo no es NO. Los que me conocen saben muy bien que soy casi incapaz de decir "no". Por lo mismo, cuando me atrevo y digo NO... damn't. I mean it!!!
Mis negativas son siempre (o casi) muy pero muy justificadas.
En este caso particular, debo concurrir a una audiencia como un favor para alguien. Es la tercera audiencia para un mismo juicio. Cada vez, la clienta ha rejurado de guata que paga el día "D" y jamás ha cumplido. Lo peor es que la encargada de cobrar esa plata que no me pertenece soy yo y la Clienta, en extremo patuda y para sacarse los pillos empieza a opinar mal de mi desempeño en audiencia, para finalmente comerse sus palabras cuando la nueva audiencia se acerca.
Estoy que reviento...en fin, no está dentro de mi gama de comportamientos tratar mal a la gente pero le daré una ley de hielo muy pero muy decidora, a ver si escarmienta.

En lo que respecta a quien me pidió este favor, ya en enero le anuncié que no volvía a una audiencia para la fresca, cara de raja y sinvergüenza de su clienta.
Sin embargo, le salió por el oído izquierdo y me ha vuelto a pedir lo mismo. Dije que no e insistió, insistió, a pesar de mis muy atendibles razones.

Así las cosas, mañana tendré que estar donde no quiero, acompañando a quien no me interesa volver a ver en toda mi vida, metida en una audiencia que no es mía para que finalmente no le paguen a quien me pidió que fuera y yo sea nuevamente vapuleada para justificar el no pago.

Por hoy, me retiro más que indignada.

18 de mayo de 2007

El bosque de carbón



Era una rareza. Un gran terreno que dos siglos atrás bullía de energía. A baja profundidad se tendía un yaciminento de carbón y los mineros independientes cavaban sus piquetes con la certeza que ese esfuerzo alimentaría a sus familias por muchos años. Cada cierto tiempo, sin embargo, la tierra se tragaba a uno de ellos: era el precio que todos temían pero nadie rehuía.
Al envejecer el hallazgo - como todo lo que esconde el suelo que se pisa- el mineral se fue agotando y la mina se quedaba cada vez más despoblada, hasta que ya no hubo carbón, mineros, trabajos ni muertes.

Con los años, algo muy extraño ocurrió: ese terreno ahora baldío y por años inerte, comenzó a dar novedosos frutos, empezó a forestarse. Era en sí un milagro natural. Y los árboles crecieron, arbustos por doquier, flores y un suave pero tupido pasto de tréboles y helechos enanos.
Las autoridades le otorgaron la calidad de parque, construyeron senderos, instalaron asientos, bebederos y enrejaron los deslindes.

A la entrada del nuevo parque, un anciano se sentaba cada tarde para dar de comer a las palomas. Llevaba el pelo cano, las manos ásperas y deformadas por la edad. Su piel lucía curtida y oscura, como percudida. Al sonreir, sus encías aparecían en un ingenuo pero cálido gesto. Era un hombre maltratado por la vejez y solitario, aunque amable.
Una tarde apareció en el parque un señor de mediana edad. Venía solo, buscó un asiento alejado de los demás y se sentó, con lágrimas en los ojos y un cierto aire de desesperación que intentaba disimular cubriéndose el rostro con ambas manos.
El anciano lo notó de inmediato. Por un largo rato, sin embargo, continuó dando migas de pan a sus palomas. De pronto, se paró como si una fuerza superior lo hubiera halado por la espalda. Se acercó al hombre corroído por la tristeza y le invitó a caminar por el bosque. Ambos se incorporaron y lentamente fueron internándose entre los árboles, mientras el anciano le narraba la historia del parque, los antiguos piquetes mineros y le señalaba algún árbol, con su nombre nativo. Si un pájaro sobrevolaba sus cabezas o se posaba sobre una rama, le hacía mirar su plumaje y le recalcaba la libertad de estas aves, libertad que él siempre se esmeró en conseguir. La charla era amena y la trizteza parecía haberse esfumado entre el verdor y la brisa.
Inesperadamente, el hombre acongojado cayó a un hoyo profundo: era un antiguo piquete. Gritaba de dolor y pedía desdesperadamente auxilio. El anciano, incapaz de ayudarlo en ese momento, lo calmó como pudo y se dirigió a la entrada del parque; corrió entre los árboles ya oscuros por el atardecer, para buscar ayuda. Cuando se aproximaba a su asiento habitual, se detuvo unos instantes y, con sus relucientes encías y ojos luminosos de siempre, metío sus manos en los bolsillos, sacó miguitas de pan, mientras, volviéndose a sentar, alimentó sus palomas.

14 de mayo de 2007

¿clases sociales?


Leyendo un post de Angel y Demonio se me vino a la memoria la historia de mi padre.

Es un hombre que ya tiene 70 años y ha pasado por toda clase de cosas en su vida.

Provenía de familia de inmigrantes, de ésos rucios y con pinta de gringos. Sin embargo, mi papá odiaba que le dijeran gringo y hay partes de su pasado de riquezas de las que él siempre reniega.

Cuando estaba en 6º preparatoria, mi abuela (que debe haber tenido algún tornillo suelto), no halló nada mejor que volverlo a inscribir en sexto. Imagino que debe haberle dolido mucho, porque se salió del colegio y empezó a trabajar en una panadería. Al cumplir 18, se fue a hacer el servicio militar a Iquique por dos años y de su casi albinismo no quedó ni rastro. De ahí hacia adelante, castaño oscuro (cambio que lo favoreció, porque un rucio con espesas cejas negras...pues se veía bastante poco usual).

Luego de terminar el Servicio Militar, se inscribió en la Marina, lugar en el que estuvo por aproximadamente 6 años, hasta que una enfermedad mortal lo hizo su presa y lo jubilaron. Se salvó de milagro y se fue feliz, después de pasar dos largos años en el Hospital Naval de Valparaíso. Estudió técnico en electrónica, trabajó en eso y luego aprendió el oficio de zapatero, llegando a ser uno de los grandes.

Entremedio, trabajó como vendedor de Hites (que en ese tiempo no se llamaba así), Almacenes París, cobrador del Sindicato de Comerciantes y en eso estaba cuando conoció a mi madre. La familia de ella, sin embargo, se burlaba porque mi papá había sido zapatero en algún momento de su vida y eso es algo que a mi padre siempre le ha dolido y siempre le va a doler.

Ya casado, volvió al oficio de los zapatos, más tarde se hizo vendedor viajero, acarreó guaguas para una sala cuna, fue administrador de un estacionamiento, comerciante y dueño de micros.

Y yo no me siento para avergonzada de ello. Muy por el contrario, admiro su entereza y su tesón para trabajar en lo que fuera y hasta inventarse modos de ganarse la vida honradamente.

Imagino que pocas personas han pasado por tantos y tan disímiles trabajos a lo largo de su vida.

No puedo negar que de pequeña tenía sentimientos encontrados respecto de los trabajos de mi padre. Por una parte lo admiraba pero al mismo tiempo me sentía algo disminuída porque los padres de mis amigos siempre "volvían de la oficina", algo que jamás conocí de cerca.

A mi me ayudan los apellidos poco comunes y la carrera "top ten" que estudié pero no por ello voy a renegar de mis orígenes ni discriminar a nadie por su cultura, educación o condición social.

Y debo decir, a mucha honra, que las personas me interesan como seres humanos y no por la comuna en que vivan, el trabajo que desarrollen ni el sueldo que ganen (aunque reconozco que los mal hablados siempre me incomodan)

10 de mayo de 2007

Sesos en su tinta, salteados y al Pil-pil

Ahora que ya estoy nuevamente chapoteando en los efectos de mi "medicamento favorito", puedo hacer un pequeño racconto para rememorar y memorizar el por qué DEBO tomarlo sagradamente y no volver a creerme la wonder woman y mandarme una semana completa de "yo puedo sola".
El primer día pasó piola, casi ni me dí cuenta, salvo porque no dormí lo que se llama nada.
Al segundo día, sin embargo, su ausencia me estaba empezando a molestar. Sienes galopantes, un extraño siseo al hablar y mis manitas tiritando como si me hubiera pasado el día completo dentro del congelador.
Porfiada de mi, me dije: Esto es soportable, puedo seguir así...
Hasta el cuarto día. Los ojos se tornaron más rápidos de lo esperable y mirar de un lado a otro me estaba provocando unos mareos que no podía disimular. Todo estaba ocurriendo a 4x y la velocidad comenzaba a hacer estragos en mi más que débil estado.
Cuando abría la boca para decir algo, estaba muy conciente que debía pensar bastante antes, para así bajar las revoluciones y no quedar en evidencia como mina loca o desequilibrada.
Sepan que es considerablemente difícil tener conciencia que se está a mil revoluciones, tener la certeza que hay que bajarlas pero ni la más puta idea de cuánto. Supongo que habré calculado medianamente bien.
Al quinto día los atardeceres no eran los de antes. Nada de cielo rojizo, nada de suaves nubes avanzando lentamente al compás de la brisa de las 6 de la tarde. Estaba de día, sol en el patio y de pronto ¡¡¡PAF!!! alguien me cerraba las cortinas y ya era de noche. De noche la abstinencia deja estragos: me empezaba a sentir "comfortably numb", me sentaba frente al computador y veía su parsimonia mientras la vertiginosa velocidad de mi cerebro se tropezaba con la lentitud del entorno.
La soledad me envolvía como un helado manto transparente. Me enguantaba las manos y me calzaba los pies.
Y me entregaba a la sensación de vacío, hasta que casi me iba de hocico al suelo y volvía abruptamente a la realidad del abstemio a la fuerza.
Lo poco y nada que dormía eran puras pesadillas (mientras estoy "empastillada" ni siquiera recuerdo los sueños lindos).
Una noche soñé con un ex. Yo estaba de vuelta en la universidad estudiando algo, mientras él era profesor ayudante de un ramo. Estaba con su mujer y yo casi era amiga de ella. Lo más bizarro de todo era que yo andaba por todo el campus (se había magnificado en el sueño) intentando conversar con él para pedirle perdón, mientras él arrancaba despavorido.
Y yo seguía absolutamente convencida que le había hecho un daño terrible y casi de rodillas suplicándole que al menos escuchara mis explicaciones.
¡Y nunca le hice nada! Si la que recibió una cochina patada en el poto con bototos con caca fui yo!!! Pero en mi pesadilla, él era mi víctima y yo debía obtener su perdón al precio que fuera.
Menos mal que desperté justo cuando le había dado alcance y estaba dispuesto a escucharme. Peor habría sido tener en la memoria una lengüetada de patas, aunque fuera solo onírica.
A la noche siguiente tuve miedo de quedarme dormida y soñar nuevas estupideces.
A la subsiguiente, tuve miedo de morir. Bueno, en realidad miedo no pero sí la cuasi certeza de ser la muda portadora de un aneurisma cerebral a punto de explotar.
Una jaqueca tremendísima, impresionante y que no se quitaba con nada. Ya tenía las tripas hechas betún de tanto anti jaquecoso. Me palpitaba la lengua, la nuca, a ratos hasta perdía la visión. A cada minuto el dolor era más fuerte, mis ojos ya no cabían dentro de las órbitas, los oídos tapados. Un malestar indescriptible que me duró cerca de ocho horas en total.
A la mañana siguiente, me porté bien conmigo misma y partí t-r-o-t-a-n-d-o a la farmacia a comprar mi "deja-la-locura-a-un-lado".
Hoy, químicamente repuesta, les doy un pequeño consejo pero sabio: Si un psiquiatra les receta algo, pregunten de inmediato si ese "algo" produce adicción y si es absolutamente indispensable para el tratamiento. Si no es indispensable, no lo tomen, opten por algo natural. Si no queda otra, traten de tomar una dosis un tantín inferior a la prescrita.
A mi me dijeron: "toma esto, eso y esto otro, en tales cantidades". Y lo hice. A pie juntillas lo hice.

9 de mayo de 2007

Dependencias y otras hierbas

Lo admito, soy dependiente, en muchos sentidos.
Siempre estoy alerta ¿me quieren o no me quieren? (si no me quieren me muero).
Si empiezo a comprar mentitas, lueguito me voy a una dulcería mayorista, porque la menta me hace adicta. Tanto así que hasta los limpia pisos y spray ambientales los compro con ese aroma.
Soy fumadora desde los 18. Con altibajos en el consumo, ahora estoy en la cajetilla diaria. Mentolados, por supuesto.
Ya todos saben de mi depresión endógena, lo que me obliga a tomar diversos medicamentos. Logré zafarme de uno. Otro no debo dejarlo. El tercero, pues del tercero me he vuelvo adicta (obvio). A tales niveles que una semana sin tomarlos me transforma en un ser desencajado. Así es como estoy ahora. Tiritona, con un dolor de cabeza digno de su porte (soy cabezona) y sintiendo que en cualquier minuto la cordura se me acabará. Debo hacer esfuerzos superlativos para mantener la memoria. No puedo dormir más de 45 minutos sin despertar y la vida se me vuelve un infierno. Cuando pienso en esto, quisiera poder dominar el desorden que la ausencia de ese medicamento me provoca, sin embargo, es bastante difícil y termino por volver a él, justo cuando la angustia y la desesperación me empiezan a dejar como la foto que está más abajo...
En fin, soy dependiente en espera de recuperación de facultades.
Mientras, trato de mantener la cordura y asirme al trabajo lo más fuertemente que puedo, en la medida que el ejercicio libre lo permite.
Ya, me voy a ejercitar libremente la profesión.

1 de mayo de 2007

Hay Fobias...

Ayer por la mañana me encontraba realizando un test grupal para un trabajito poco y, como andaba algo locuaz, me puse a conversar con el resto de los participantes.
A la salida, estampida hacia todos lados, mientras yo tenía mi siguiente parada bien definida: un café, para despertar y rellenar un formulario que debía presentar en Tesorería.
Una de las integrantes del grupo me preguntó hacia donde me dirigía y le comenté mis autodesignios. Me acompañó, conversamos un poco del test que acabábamos de hacer y de allí salieron varios temas legales.
Supo que vivo al lado del centro y me envidió su poco por tener casi todos los tribunales a cinco minutos de distancia.
Se veía muy afable, de estas minas estilo maternal-jovial que andan por sus treintas. En fin, todo bien, agradecía para mis adentros una compañía agradable.
Hasta que de pronto me pregunta ¿Hay muchos peruanos por ese sector, verdad? Asentí y le comenté que lo único que anhelaba de los tiempos antiguos era la calma del barrio.
Fue entonces que comenzó su heavy pelada de cables. Partió diciendo que los peruanos que llegaban eran pura escoria. Le contesté que buscaban mejores expectativas y si llegaban a mi barrio es porque por acá las casas son grandes y pueden ahorrar en arriendo. Insistía en que yo debía estar "horrorizada", mientras yo replicaba que en realidad lo único que me preocupa es que son muy fiesteros y como hay tantas personas dentro de una misma casa, tienden a recalentar el sistema eléctrico, lo que que ya ha ocasionado unos cinco incendios en los últimos dos años.
Como vio que por ahí no había conversación posible, cambió abruptamente de tema y de su galopante xenofobia pasó a su más explosiva homofobia. Ni siquiera hubo una transición que lo justificara. De la nada empezó a hablar de una amiga de ella que "se volvió tortillera de la noche a la mañana". Comentó cómo ella y su grupo se habían alejado por completo de su amiga lesbiana el mismo día en que lo supieron.
Mis ojos se iban agrandando cada vez más. De verdad no podía creer que una mina relativamente joven tuviera una mentalidad como ésa y fuera capaz de abandonar sin más a una amiga, por solo enterarse de su condición sexual.
Prosiguió su discurso, declarando que "los hombres gays pueden disimularlo pero a las minas se les nota a kilómetros".
Mientras, yo estaba que explotaba. De risa o de rabia: daba lo mismo. Simplemente no podía dar crédito a las palabras que salían de la boca de esa mujer menudita de dulce apariencia.
Dicen que el veneno viene en frasco chico.
A lo único que atiné fue a replicar que a algunas se les notará pero dudo mucho que todas vayan a tener apariencia de camiones o maneras de hombre. Ésa es una generalización bastante burda.
Luego de toda su amarga perorata, me pidió prestado el celular para llamar a su oficina y la verdad fue una llamada bastante pueril y sin sentido. No comprendí pero a mi qué me importa.
Recién anoche, cuando tomé el teléfono lo comprendí: Ahora tengo su número...