Claro, cuando dejé botado el blog tenía una buena cantidad de personas que ya eran habitués, algo así como mis comentaristas oficiales.
Y ahora se fueron toditos, salvo aquellas que son mis amigas y me escriben pa'puro no dejarme botada como pucho fumado hasta el filtro.
No digo que encuentro lindo esto de hablarle al viento pero tampoco es tan malo.
De partida, me da más libertad, la misma que tenía cuando hace ya hartos años empecé a blogguear y -como juraba que nadie me leía- podía escribir cuanta weá se me viniera a la mente. Menos mal que ese blog no lo conoce casi nadie (ni yo me acuerdo de las claves), porque me dedicaba a puro pelear, escribir sandeces de esas que adoro escribir o pensamientos locos y fugaces que se me venían a la cabeza y en vez de olvidarlos por ser estupideces, los escribía y me entretenía su resto. Algunos eran harto chistosos, como historias medio personales que me ocurrían por ser despistada.
Y ayer no más me ocurrió una: Estaba yo con cierta persona (mi pareja, obvio) comiendo pollo con papas en un lugar X (Tarragona, pa'los que lo conocen -y lean esto, obvio-), ensimismada en mirarle los ojos y comer porque ¡Cresta, que tenía hambre!
La gente pasaba, comía y se iba y yo seguía con mi pollo, dele que suene, felizcota de tragar harta grasa y carbohidratos.
Luego de un rato, terminamos de comer esos opíparos y excelentes hacedores de grasa corporal y tocó la hora de de botar los restos y dejar los platitos arriba (¿como hay gente tan cochina que deja todo tirado? Si no se trata solo de los trabajadores que deben pegar sus ojos a los restos ajenos, sino también los comensales que acaban de llegar y se encuentran con tan vomitiva escena). Ya, el punto es que acarreábamos nuestra humanidad llevando nuestras sobras hacia la basura y yo, la muy pava, olvidé que el plato no es basura y lo tiré tan campante. Es más: ni siquiera me percaté que había metido las patas. De no ser porque me soplaron un "qué hiciste" ni habría notado el mini desastre.
Ahhh, qué tranquilidad poder escribir leseras que a nadie le importan y no tener que cumplir las expectativas de nadie (o las que yo imaginé que podrían haber tenido).
En fin, así me resulta bien entretenido, aunque tantito feedback pa' tirar la talla tampoco estaría mal.
En fin otra vez (un suspirín). Esto pasa y pasará piola. ¡Qué relajo! Hasta se me podrían caer los chiteco después de esto y seguiría contentilla.