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28 de agosto de 2010

El odio gratuito

Hace muy poquito tiempo tuve que dejar mi pega de un año, porque no era titular y el momento tenía que llegar, más temprano que tarde. Y Llegó.
Por suerte para mí, tuve la posibilidad de partir a una pega similar en otra parte, lugar al que llegaba con la específica misión de reproducir la forma de trabajar a la que yo estaba acostumbrada y que tan buenos resultados había dado.
Lamentablemente, el resquemor ante esta situación se hizo sentir desde el primer día, incluso con alguien a quien yo ya conocía, cosa que jamás esperé de ella pero eso fue nada más un primer indicio.
A pesar de la reticencia de mis compañeros y superiores, he intentado amoldarme a su estilo pero, al mismo tiempo, trato, en la medida de lo posible, de aportar algún conocimiento, porque mi idea es ser de ayuda, marcar una pequeña diferencia que haga las cosas más fluidas.
Pero ya todo había partido mal. El primer día encontré dos pedazos de vidrio en mi almuerzo, motivo por el cual simplemente ahora me voy por el alambre (preferible eso a irme cortada). El segundo día recibí una reprimenda por no haber hecho algo el día anterior, respecto de lo cual yo ignoraba su urgencia y que tampoco sabía hacer, motivo por el cual estaba esperando que la persona que se peina con el tema tuviera un momento libre para explicarme. En el ínterin, me cambiaban abiertamente trabajo bien hecho para amoldarlo a sus costumbres o derechamente me lo devolvían para rehacerlo a sus gustos. "Pajarito nuevo la lleva" pensé sin chistar y continué trabajando como china (cosa de la que no me quejo, porque soy un tantín trabajólica).
El tema se repitió hasta el viernes, oportunidad en que una persona equis, de cierta jerarquía, me llamó a su despacho, en frente del gran jefe, para acusarme abiertamente de haberle ocultado información, lo que había provocado una injusticia para un usuario. Ya me habían contado que era capaz de cualquier cosa y yo la muy pelotas había abogado por ella, creyendo que de verdad era una buena persona. Sin embargo, me defendí, por supuesto que lo hice, porque no voy a dejar que pongan en duda mi profesionalismo y menos que me traten de mentirosa. Pero ella se mantuvo en sus falsos dichos y yo en los míos, hasta que esta mujer tuvo que irse y yo me quedé con el jefe. Le reiteré mi posición y le dije que yo estaba muy clara a quien le iban a creer pero que eso no significaba que yo dejara de defender mi honra, a sabiendas que era yo quien tenía la razón. Me replicó que no había pasado nada y que me quedara tranquila, porque todo seguía como siempre. Plop!!!
Para empezar, nada ha estado tranquilo desde el minuto en que puse un pie en aquel lugar. Casi todo el mundo (no todos, por suerte) me rehúye, como si yo fuera el diablo y anduviera con un tridente en vez de cartera. Tampoco me dan acceso a la persona que en primer lugar estuvo interesada en que yo trabajara ahí...y aunque lo tuviera, tampoco voy a actuar como una completa cahuinera, pormenorizándole las situaciones que he tenido que soportar en apenas una semana de trabajo.
Y mis amigos? Ellos solo me dicen que me quede por las lucas, sin importarles lo que yo tengo que vivir a diario. Y es que yo trabajo feliz de la vida en esto porque me gusta pero el mundo se me derrumba cuando el ambiente deja tanto que desear. Trabajar de esta manera es una tortura.
Soy una persona tranquila, siempre respetuosa de los demás, odio las rencillas y las discusiones sin sentido...¿Qué diablos hago acá? Alguna cosa mala que hice debo estar pagando...no sé qué cosa sea ésa pero prefiero pensar eso a optar por la gratuidad de los malos tratos.

En fin, tenía que desahogarme en alguna parte y nadie mejor para entenderme que yo misma y mi anónima y siempre fiel página.