De obviedad absoluta: ya no estoy pensando en morir (que si seguía por ese caminito, estaría 10 metros bajo el nivel del resto de los santiaguinos).
Ahora más bien estoy pensando en cómo vivir, porque dejarme llevar es cómodo pero desgastante a la vez.
Hacer o tratar de lograr aquello que los demás esperan de mi me tiene con los nervios crispados.
El problema es que me acostumbré a funcionar de esta forma enfermiza y ahora ya no sé cómo zafarme del embrollo en que solita me metí. Claro, porque ahora ya no es tan simple como llegar y espetar que estoy cabreada; mal que mal, fui yo misma quien acostumbró a mi entorno a funcionar así también. Finalmente, es una maligna retroalimentación.
Pensar que me ha llevado 36 años para llegar a esta conclusión tan simple. Y claro que la conclusión es sencillísima y por supuesto que no la vi antes, porque estoy en el ojo del huracán.
Lo complicado ahora es empezar a actuar y conducirme, sin dejar que otros decidan por mi o me lleven por el camino que crean más adecuado para mi.
En fin, sigo echando de menos a mi mamá y su regazo tranquilizante (Aunque la vieja igual tuvo sus culpas en este cuento pero qué va: la extraño igual y por lo mismo)
Ahora más bien estoy pensando en cómo vivir, porque dejarme llevar es cómodo pero desgastante a la vez.
Hacer o tratar de lograr aquello que los demás esperan de mi me tiene con los nervios crispados.
El problema es que me acostumbré a funcionar de esta forma enfermiza y ahora ya no sé cómo zafarme del embrollo en que solita me metí. Claro, porque ahora ya no es tan simple como llegar y espetar que estoy cabreada; mal que mal, fui yo misma quien acostumbró a mi entorno a funcionar así también. Finalmente, es una maligna retroalimentación.
Pensar que me ha llevado 36 años para llegar a esta conclusión tan simple. Y claro que la conclusión es sencillísima y por supuesto que no la vi antes, porque estoy en el ojo del huracán.
Lo complicado ahora es empezar a actuar y conducirme, sin dejar que otros decidan por mi o me lleven por el camino que crean más adecuado para mi.
En fin, sigo echando de menos a mi mamá y su regazo tranquilizante (Aunque la vieja igual tuvo sus culpas en este cuento pero qué va: la extraño igual y por lo mismo)