26 de diciembre de 2015
Un día caluroso
18 de diciembre de 2015
Tres años
13 de febrero de 2012
En Misa
8 de febrero de 2012
Wellbutrin o cualquier cosa con bupropión.
La vida nunca te da las mismas cosas, aunque a veces lo parezca. Últimamente me ha traído puros sinsabores, cosas que podrían ser alegres pero que por diversas circunstancias han sido más bien pesadillas en vigilia. Podría estar arreglando la casa para dejarla como siempre la he soñado (y necesitado, porque llegar a este lugar que solía ser acogedor, convertido casi en pocilga, no tiene nada de relajante) Pero los maestros que me recomendaron están ocupados.
Todos mis implementos eléctricos, casi sin excepción han sido comidos por mi gatita comecables, Anaís (menos mal que a ella no le ha pasado ninguna desgracia realizando esta maldad). Ahora tengo por vez primera un perro, que se anda haciendo de todo por toda la casa (menos mal ha sido conciente y lo sólido lo deposita en el patio) y se está comiendo todos mis muebles. La verdad es que ya estaban todos hilachentos cuando ella (Lulú) llegó, porque la tracalada de gatos estaban haciendo de las suyas pero ella saca los pedazos de cuajo, tal como trata de sacarme pedazos de piernas, brazos y hasta de guata. Conmigo no lo ha logrado (aunque tengo feísimos rasguñones y mordiscos ennegrecidos) pero con los muebles sí. Retapizarlos es una posibilidad, aunque creo que sale hasta más caro que comprarlos nuevos. Como sea, estaré obligada a destinar plata contemplada para otras cosas en re amoblar el living.
Además de la cocina y el refri, que están para exhibirlos en alguna casa de antigüedades y que tengo que cambiar sí o sí pero ahora tengo el problema que los refrigeradores a la venta son tan grandes (porque otro chico no quiero nica) que no me caben por algunas puertas y me estoy viendo obligada a ampliar la cocina para que quepa alguno de los que más me flecharon.
El piso es otra cosa que tengo que renovar a como dé lugar, porque literalmente se está despedazando.
En otras palabras, todos gastos mayores y yo sin una pega estable (puros pitutos temporales, de los que –en todo caso- no me quejo para nada y agradezco infinitamente la posibilidad de participar en esos menesteres).
Sin nadie que me apoye económicamente (muy por el contrario)…en fin, me estoy sintiendo atrapada sin salida. Y éste es mi día a día, pensando las mismas cosas, teniendo las mismas preocupaciones y encima con unos sentimientos entre de rabia, culpa, desprotección y abandono.
Volveré a tomar la pastillita que le dio nombre al post y espero que me haga ver las cosas desde otro prisma, porque simplemente ya no doy más. Wellbutrin, bienvenido a mi vida una vez más…
3 de febrero de 2012
Ciudadanos Todos (piñericosas)
31 de enero de 2012
La Jueza
28 de enero de 2012
Y éramos jóvenes
Con la belleza que te quita la adolescencia pero la juventud devuelve. Yo creí tenerlo todo, con la típica desfachatez de una muchacha inexperta. No me siento más vieja ahora, aunque seguro así me debo ver...pero como todos los días me miro al espejo, no alcanzo a notar los cambios que otros veinte años encima le traen a cualquiera.
Soy más segura en algunas cosas, menos tímida probablemente. Creo saber mejor que antes lo que quiero y lo que no. No sé si he aprendido alguna cosa trascendente que no supiera desde antes, aunque ciertamente he aprendido a comportarme y mi carácter se ha dulcificado a punta de costalazos. Veo a mis amigos por acá, gracias a la magia de internet que te devuelve al pasado en un tris y los recuerdo a todos con un tremendo cariño, con una cierta alegría nostálgica. ¿Volver al pasado para hacer mejor las cosas? Podría quererlo pero dudo de la capacidad de hacer las cosas de otra manera. De todas formas no tiene sentido: el pasado ya fue y lo lindo, lo bueno, lo malo y lo feo forman parte de mi experiencia de vida ¿con qué propósito lo cambiaría? Sería como mutilarme gratuitamente. Y ganas de eso no tengo. Dejemos las ablaciones para los que gozan torturando.
Ya me han pasado tantas cosas que una veinteañera no podría siquiera soñar. Bordear los cuarenta no me parece tan malo, salvo porque ahora tengo que andar sobándome con el carné por cualquier achaque que a los veinte hubiera desestimado por completo.
Dicen que era bonita, otros dicen que sigo siéndolo. Lo dudo tanto. No espero que venga alguien a reafirmarme el ego porque nunca fui linda y jamás me creería ese cuento (aunque tuve momentos megalómanos, he de confesar). Claro que tuve la belleza de la juventud, cosa en la que jamás creí de joven y siempre atribuí a las típicas mañas de los viejos rezando su "todo tiempo pasado fue mejor". Ahora recién me percato que no eran cuentos, que efectivamente la juventud tiene una especial belleza mundana que los años hacen desaparecer. Tampoco veo nada de malo en perder ese encanto juvenil, salvo por el hecho indubitado que ahora me dicen "señora" por la calle y eso no me gusta nada.
Y fui joven y dueña del mundo y la verdad.
Ya no lo soy ni tengo la verdad escondida bajo las uñas. Pero tengo un algo supremo e invaluable que antes fue solo un germen: ahora tengo mi propia verdad, mi propia historia completita de vida. Siempre esperé por ella, para contarla, porque las historietas de vida me apasionan. Tengo innumerables chascarros, dolores y alegrías que desconocía. Tengo tantas vidas paralelas como decisiones he tenido que tomar y cosas he dejado de hacer, como personas conocí y otras tantas perdí. Visualizo un árbol frondoso de infinito ramaje. Desde el tronco hasta la copa hay un cierto hilo destellante con el rumbo de mi vida. Nada me cuesta tomar alguna luz para iluminar los demás caminos y hacerlos realidad a través de la imaginación, como nada cuesta tampoco reandar lo caminado devolviendo a la vida el pasado. A me resulta verdaderamente interesante. Más que simplemente eso: la verdad es que me emociona la simple posibilidad.
Y fui joven pero solo hoy poseo este acariciable tesoro. Me quedo con esta joya invaluable de poder narrar cuanta cosa se me venga en gana, sea realidad o ficción, mentira o santa verdad. Me quedo con esto, de todas maneras.