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26 de diciembre de 2015

Un día caluroso

Era un día caluroso y me perdí. Entre el bosque de gentes, entre la cabalgata de media tarde...me perdí. Y ya no pude encontrarme más, el sentido de las cosas dejó de palpitar, el corazón se me volvió de piedra y me perdí. 
Y aunque busco y rebusco, no encuentro miguitas ni guijarros. Creo que me perdí. Y ya no tengo a donde volver, la casa que habitaba no existe, mi cobijo se ha escapado. Pero todo está cerrado, no tengo cómo salir ni cómo volver a entrar. 
Extraviada como la mirada de un perro callejero. Extraviada como él. Sin casa, como él. 
Y nadie lo sabe, porque nadie me busca. Me perdí la media tarde de un día caluroso.
Entre las gentes, a media calle, bajo el sol.
Me perdí 

18 de diciembre de 2015

Tres años

Tantos años sin escribir una puta palabra. Ni que alguien me fuera a leer después de todo este tiempo.
Ni que tuviera algo nuevo que contar después de todo este tiempo. 
Nada, para variar, solo naderías, vacuidad, soledad, ostracismo. 
Estoy atrapada en el tiempo, aún saboreando viejos gustos, antiguos placeres. 
Sigo siendo nadie, sabiendo a nada, oliendo a viento de otoño. 
Eso: nada, nadie. 
Eterno desenfreno del qué sé yo, del vaya uno a saber, del y a mí qué me importa. 
Bajo el brazo no traigo el libro autoprometido, ni cuentos ni historias de ninguna especie. 
Bajo el brazo, solo escondo  las costillas tras la grasa. 
Nadie, nada.
Eso.

13 de febrero de 2012

En Misa

El viernes estuve en misa. Yo no soy practicante y no creo haber ido a más de diez misas en mi vida y todas por el mismo motivo: Misa de responso o conmemoración de algún ser querido que ya se fue. Y, claro, ése fue precisamente el caso: el viernes 11 de febrero se cumplió un año desde la muerte de mi papá. Para su velorio y responso, se usó un "templo" aledaño a la iglesia de Los Capuchinos. Esta vez, la misa se ofició en la nave principal, la misma en que mis padres se casaron hace 41 años. Sellaron allí su destino y se comprometieron a formar una familia. Ese compromiso duró 31 años y fue "hasta que la muerte los separe". 
La Iglesia es preciosa y provoca una suerte de recogimiento inmediato. Tal vez se deba a las muchas imágenes, frescos y vitrales que hay dentro y que recuerdan enormes penurias de los bíblicos personajes allí representados.
A pesar de la belleza y los pesares que se llevan los ojos a épocas pretéritas de indecibles sufrimientos, no estuve mucho tiempo detenida en ellos, tampoco degusté largamente las palabras del párroco (o como se le diga, no quiero sonar peyorativa). Creo que eso lo guardé en mi memoria de paginación para después de ese momento.
Me imaginé cómo habría sido su ceremonia de matrimonio. Acudí a las historias familiares para llenar los vacíos que mi imaginación no logró completar. Sabía de antemano, por ejemplo, que esa iglesia nunca estuvo tan llena de flores como ese día de febrero en que se casaron. Recordé las fotos familiares en las cuales aparecía mi mamá, resplandeciente, bellísima como era, asomando desde un auto que impactaba por su majestuosidad, vestida de impecable blanco con un traje etéreo y lleno de borlas, encajes y una larga cola que no terminaba de salir del automóvil. Recordé la foto en que mi papá figuraba con cara de eterna redención hacia esa mujer que estaba por tomar sus votos con él. Me acordé que mi madre siempre confesaba que las cañuelas le tiritaban tanto que apenas podía sostenerse en pie, mientras mi padre le recordaba que casi le había deshecho el brazo de tanto que lo apretaba. 
Recurrí a las historias que contaban mis tías acerca de la fiesta, apoteósica como pocas, porque todos querían un matrimonio principesco y lo tuvieron.

Volviendo a la iglesia, recordé a mi papá, su decrépito descenlace, sus furias eternas, su viudez tan total, solitaria y triste. Pensé ¿Qué tan difícil hubiera sido que se llevaran bien, si era obvio que se querían por montones? Es decir, era inevitable que el carácter de él empañara cualquier relación, hasta con la más dulce mujer, como era mi madre pero ¿cómo nunca logró darse cuenta de la estupidez que estaba cometiendo? Solo el aviso de la inminente muerte de su mujer, solo que le dijeran "mire, lo único que puedo decirle es que ella morirá en tres o seis meses más, a lo sumo" pudo hacerlo cambiar. Y cambió, fue otro, tanto que hasta logró impensadamente que mi madre le dijera que se había vuelto a enamorar de él, porque era nuevamente el hombre que ella conoció antes de dar el "sí". Al menos al final, fueron felices, amigos, compinches otra vez.

Lamenté que el velorio y correspondiente misa de mi madre no se hubiese celebrado en el mismo lugar. Si todo partió en Los Capuchinos, todo debió terminar allí también.

El viernes fue un momento de reflexión, de dejar brotar en parte la tristeza que me carcome el alma; un instante para recordar a mis padres, para sentirlos cerca, aunque fuera por una hora nada más. 

Y siendo egocéntrica, como siempre he sido, debo decir que fue un momento de sentirme acompañada por un par de instantes, para abandonar el lugar y volver a sentir el abandono en carne propia otra vez, como siempre, como cada día de mi vida, hasta que muera, probablemente.

8 de febrero de 2012

Wellbutrin o cualquier cosa con bupropión.

La vida nunca te da las mismas cosas, aunque a veces lo parezca. Últimamente me ha traído puros sinsabores, cosas que podrían ser alegres pero que por diversas circunstancias han sido más bien pesadillas en vigilia. Podría estar arreglando la casa para dejarla como siempre la he soñado (y necesitado, porque llegar a este lugar que solía ser acogedor, convertido casi en pocilga, no tiene nada de relajante) Pero los maestros que me recomendaron están ocupados.

Todos mis implementos eléctricos, casi sin excepción han sido comidos por mi gatita comecables, Anaís (menos mal que a ella no le ha pasado ninguna desgracia realizando esta maldad). Ahora tengo por vez primera un perro, que se anda haciendo de todo por toda la casa (menos mal ha sido conciente y lo sólido lo deposita en el patio) y se está comiendo todos mis muebles. La verdad es que ya estaban todos hilachentos cuando ella (Lulú) llegó, porque la tracalada de gatos estaban haciendo de las suyas pero ella saca los pedazos de cuajo, tal como trata de sacarme pedazos de piernas, brazos y hasta de guata. Conmigo no lo ha logrado (aunque tengo feísimos rasguñones y mordiscos ennegrecidos) pero con los muebles sí. Retapizarlos es una posibilidad, aunque creo que sale hasta más caro que comprarlos nuevos. Como sea, estaré obligada a destinar plata contemplada para otras cosas en re amoblar el living.

Además de la cocina y el refri, que están para exhibirlos en alguna casa de antigüedades y que tengo que cambiar sí o sí pero ahora tengo el problema que los refrigeradores a la venta son tan grandes (porque otro chico no quiero nica) que no me caben por algunas puertas y me estoy viendo obligada a ampliar la cocina para que quepa alguno de los que más me flecharon.

El piso es otra cosa que tengo que renovar a como dé lugar, porque literalmente se está despedazando.

En otras palabras, todos gastos mayores y yo sin una pega estable (puros pitutos temporales, de los que –en todo caso- no me quejo para nada y agradezco infinitamente la posibilidad de participar en esos menesteres).

Sin nadie que me apoye económicamente (muy por el contrario)…en fin, me estoy sintiendo atrapada sin salida. Y éste es mi día a día, pensando las mismas cosas, teniendo las mismas preocupaciones y encima con unos sentimientos entre de rabia, culpa, desprotección y abandono.

Volveré a tomar la pastillita que le dio nombre al post y espero que me haga ver las cosas desde otro prisma, porque simplemente ya no doy más. Wellbutrin, bienvenido a mi vida una vez más…

3 de febrero de 2012

Ciudadanos Todos (piñericosas)

Esto no fue escrito para este blog, sino para otro medio digital. Por eso existen algunos desfaces e inconsistencias pero bien en el fondo, es la pura y santa verdad. Acá les va:



  Tengo el placer de informarle a todas esas chilenas y chilenos que hoy, cómo no, me están leyendo, viendo y escuchando por este maravilloso medio de comunicación, acercamiento y compañía que nos encontramos celebrando un nuevo aniversario, pues, como ya todos, amigos míos sabrán, han transcurrido muchos días desde que el piso se moviera bajo todos nosotros, mientras la oposición, siempre destructiva, se reía a carcajadas de lo que la alianza ha enfrentado como todo un desafío, llenos de alegría, regocijo y fe en Dios. Así, pues, amigos míos, celebramos aquel 27-F que tanto esfuerzo nos ha costado pero hemos sabido enfrentar y salir adelante, con la siempre importante ayuda de otras tragedias mediáticas que nos han llenado de orgullo y satisfacción por la tarea cumplida, abultando, de paso, nuestras empobrecidas encuestas, por lo que he decidido acelerar Hidroaysén, a fin de opacar a Golborne, porque como dicen los alemanes, con toda su sabiduría milenaria:"Hi hitler" y Hitler hay uno solo y no es el ministro. Ahora les tiré la pelota pa'l otro lado de la cancha, porque como en toda guerra santa, los malos no pueden prevalecer.
Amigas y amigos, chilenos todos: El Marepoto o Tusunami, en las palabras de los expertos, ha pasado, llevándose todo a su paso y permitiendo a esta coalición prolongar en el tiempo todo tipo de promesas de campaña, de ésas que el hijo del senador Larraín bien sabe. Ellos son dos caras de una moneda que prefiriría tirar al Mapocho pero no puedo porque ustedes, amigas y amigos, me andan presionando tanto que me tuve que tomar las mansas vacaciones de cuatro tremendos días, desde acá les hablo, mis amigos y, aunque hay un fleterío espeluznante, nos servirá para sacarle el tambembe a la jeringa y así, Dios mediante, ocurra alguna nueva desgracia con la cual festinar y los muy weones dejen de hacerlo conmigo. Con Cecilia nos hemos hecho el firme propósito  (luego de su enésima cirugía plástica), promesa y juramento de andar bien tomaditos del brazo, porque soy presidente de todos los chilenos y, además de guardar apropiadamente las apariencias, no puedo permitir que todo mi país se siga mofando de la patizamba de mi mujer y mucho menos dejarla sola para que se de otro costalazo de herculéas proporciones.
Quiero terminar, chilenas y chilenos, honrando a nuestros Carabineros que no han sabido qué chucha hacer con las contradicciones de Hinzpeter.
Viva Chile Mierda!!! Viva Hidroaysén y la CSM!!!

31 de enero de 2012

La Jueza


Érase un día de invierno del año pasado. Una amiga me pidió que la cubriera por si no alcanzaba a llegar a una audiencia de reclamación de paternidad en Rancagua. Dije que bien, que ahí estaría: un punto específico del centro y, si ella no alcanzaba a llegar, yo me iría con sus clientes a hacer la pega a la sexta región. No dormí en toda la noche, tal y como me venía ocurriendo desde el mes pasado. Por lo mismo, no podía ni separar los párpados al momento de levantarme. Creo que no es exageración decir que me duché y maquillé a ojos cerrados. No voy a decir que me peiné igual, porque la verdad es que agarré cera y me embadurné el pelo sin siquiera acercarme a un espejo.
Y, cómo no, mi amiga no llegó, así es que me encaramé en el auto con sus representados y partimos. Primera cosa: nunca te vayas en un auto con desconocidos. El reclamado de paternidad (léase cliente) conducía un automóvil del año. Sí, del año de la reverenda pera. Tenía más ruidos que viejecilla durmiendo. Ruidos que no se apagaron en todo el camino, a pesar que el Sr. conductor gustaba de los ritmos tropicales y los andaba trayendo toditos, con máximo volumen, tanto, que yo no era capaz de escuchar ni lo que iba leyendo ese viernes.
Hasta que por fin, por fin, llegamos. La cabeza me daba vueltas de tanto sueño que tenía, se me hacía agua la espalda por una camita y los oídos me zumbaban como si hubiera traído un panal dentro de la testa.
Luego de un rato, nos llamaron y comenzó la audiencia. Por la parte contraria, la madre. Por el otro, el marido y padre legal del menor y mi cliente, el amante y verdadero padre.  Se abrió audio y comenzó la "parranda". Todos estábamos de acuerdo en todo, lo que en sí es harto raro dentro de cualquier sala de un tribunal de familia. Segunda cosa rara: la magistrado era ¡amable! sí, de no creerlo. No levitaba, no alzaba la voz, daba espacio para que cada cual expusiera lo que creyera conveniente, en un clima de cordialidad insospechado. A mi, que varios jueces me han amenazado con desacato si no me quedaba bien callada, casi se me cae la cartera con comportamientos tan civilizados.
Iba todo parejito, hasta que fue mi turno. Desde mi primera intervención, jamás me nombró como uno espera de un juez. Yo era "la señora". Tuve la tentación de preguntarle si era "la señora que vende papas", o "la señora de fulanito" o tal vez "la señora que se nos coló a la maleta" y está allí sentada, dándoselas de abogado. Me tenía retostada y con la sangre a punto de hervir. Hubiera preferido ser "la vieja conchesumare" para poder pararme de mi asiento como si de mi trasero asomara un resorte y espetarle, enfurecida que yo no era "la señora" o la vieja CSM, que era como me sonaba el mote. Sabe qué? dígame Wilma, Wilmita, Arrué Vivanco Wilma, warrue, WAV, señorita, abogado, colega, lo que se le antoje, pero ¡por favor! deje de sacarme la madre si no quiere que me pare y le saque la cresta aquí mismo. Puros pensamientos sinceros y bienintencionados. En cambio, tuve que ser políticamente correcta, callarme los sesos, rezar mi rezo y llamarla "magistrado", hasta el fin de la audiencia.
Pocas cosas me emputecen tanto como que me digan "señora"
¿Me vio con anillo de matrimonio acaso? ¿o rodeada de chiquillos mocosos saltándome a la cara y llamándome "mami"? NO. Un rotundo no. Entonces, de dónde chucha sacó la genial ocurrencia de decirme "señora"?
Hacía como seis años que no litigaba en Rancagua. Ahora pasarán unos doce (calculo yo no más) para que vuelva. Y si en esa remota, hipotética e imaginaria posibilidad me la vuelvo a encontrar, capaz que para la época pase a ser la "abuelita":
Abuelita, podría identificarse ante el tribunal para que quede registro en audio?
Un momento, traslado a la contraria del incidente interpuesto por la abuelita.
¡Corten audio, que la abuelita está teniendo alguna clase de patatús y se me está subiendo al estrado con espuma saliéndole por entre la comisura de los labios!!!

28 de enero de 2012

Y éramos jóvenes







Con la belleza que te quita la adolescencia pero la juventud devuelve. Yo creí tenerlo todo, con la típica desfachatez de una muchacha inexperta. No me siento más vieja ahora, aunque seguro así me debo ver...pero como todos los días me miro al espejo, no alcanzo a notar los cambios que otros veinte años encima le traen a cualquiera.
Soy más segura en algunas cosas, menos tímida probablemente. Creo saber mejor que antes lo que quiero y lo que no. No sé si he aprendido alguna cosa trascendente que no supiera desde antes, aunque ciertamente he aprendido a comportarme y mi carácter se ha dulcificado a punta de costalazos. Veo a mis amigos por acá, gracias a la magia de internet que te devuelve al pasado en un tris y los recuerdo a todos con un tremendo cariño, con una cierta alegría nostálgica. ¿Volver al pasado para hacer mejor las cosas? Podría quererlo pero dudo de la capacidad de hacer las cosas de otra manera. De todas formas no tiene sentido: el pasado ya fue y lo lindo, lo bueno, lo malo y lo feo forman parte de mi experiencia de vida ¿con qué propósito lo cambiaría? Sería como mutilarme gratuitamente. Y ganas de eso no tengo. Dejemos las ablaciones para los que gozan torturando.
Ya me han pasado tantas cosas que una veinteañera no podría siquiera soñar. Bordear los cuarenta no me parece tan malo, salvo porque ahora tengo que andar sobándome con el carné por cualquier achaque que a los veinte hubiera desestimado por completo.
Dicen que era bonita, otros dicen que sigo siéndolo. Lo dudo tanto. No espero que venga alguien a reafirmarme el ego porque nunca fui linda y jamás me creería ese cuento (aunque tuve momentos megalómanos, he de confesar). Claro que tuve la belleza de la juventud, cosa en la que jamás creí de joven y siempre atribuí a las típicas mañas de los viejos rezando su "todo tiempo pasado fue mejor". Ahora recién me percato que no eran cuentos, que efectivamente la juventud tiene una especial belleza mundana que los años hacen desaparecer. Tampoco veo nada de malo en perder ese encanto juvenil, salvo por el hecho indubitado que ahora me dicen "señora" por la calle y eso no me gusta nada.
Y fui joven y dueña del mundo y la verdad.
Ya no lo soy ni tengo la verdad escondida bajo las uñas. Pero tengo un algo supremo e invaluable que antes fue solo un germen: ahora tengo mi propia verdad, mi propia historia completita de vida. Siempre esperé por ella, para contarla, porque las historietas de vida me apasionan. Tengo innumerables chascarros, dolores y alegrías que desconocía. Tengo tantas vidas paralelas como decisiones he tenido que tomar y cosas he dejado de hacer, como personas conocí y otras tantas perdí. Visualizo un árbol frondoso de infinito ramaje. Desde el tronco hasta la copa hay un cierto hilo destellante con el rumbo de mi vida. Nada me cuesta tomar alguna luz para iluminar los demás caminos y hacerlos realidad a través de la imaginación, como nada cuesta tampoco reandar lo caminado devolviendo a la vida el pasado. A me resulta verdaderamente interesante. Más que simplemente eso: la verdad es que me emociona la simple posibilidad.
Y fui joven pero solo hoy poseo este acariciable tesoro. Me quedo con esta joya invaluable de poder narrar cuanta cosa se me venga en gana, sea realidad o ficción, mentira o santa verdad. Me quedo con esto, de todas maneras.

16 de enero de 2012

Discriminación e Indignados

Ha sido tema de discusión pública las últimas semanas. Toda esta avalancha comenzó en el reducto de moda entre quienes -en la región metropolitana- tienen más dinero. 
No puedo partir sin señalar que ya ese solo hecho tiene un primer cariz discriminatorio ¿Por qué será que los acaudalados siempre tienen que andar arrancando del populacho? En realidad, me respondo sola: La gente con plata, sobre todo los aspiracionales (aunque el adjetivo pueda sonar en sí discrimininatorio), intentan a como dé lugar arrancar de los barrios, sectores, barriales, poblaciones que fueron su cuna. Tienen esa necesidad de diferenciarse del resto, aunque para hacerlo se vayan a vivir a la misma cresta. Mientras más lejos del roterío, mejor.
El punto es que, lo quieran o no, deben convivir periódicamente con el "submundo" al que pertenecemos la gran mayoría de los chilenos: La clase media y aquellos que son derechamente pobres. Pero no tener plata para ellos es -como bien decía mi abuelo- el equivalente a ser tiñosos. No tener plata para irse a Cancún mes por medio (y es que ése suele ser un destino de lo más codiciado) es algo de lo que podrían llegar a contagiarse.
Ayer, una de estas mujeres aspiracionales, avecindada en el punto neurálgico del conflicto, apareció muy suelta de cuerpo por las pantallas de televisión, señalando que le parecía "un horror" que las nanas y los obreros puedan caminar por las mismas calles cerradas por las que sus hijos pasean en bicicleta. No voy a opinar acerca de ella, porque me parece que sus "enunciados" son tan impresionantemente básicos que -creo- son indignos de todo análisis.
Yo voy a esto otro: ¿Se puede, razonablemente, esperar algo distinto?
Partamos por el modelo social y la propia naturaleza humana: la gran mayoría de los mortales nos encontramos sumidos en una eterna competencia por ganar, por ser el mejor. Eso muy probablemente responda a nuestros más primigenios instintos de supervivencia y preservación (además del ego y cuanta cosa podamos extraer de nuestra psique). Topando luego, con el modelo económico y social, vemos que "lo que la lleva" es hacerse de fortuna, a objeto de satisfacer todas esas necesidades, generalmente superfluas que se supone tenemos y, de paso, como ganadores, pisotear sutil o no tan sutilmente, al que perdió en esta batalla.
La niñita ésta, que lanzó su frase para el bronce, no hizo otra cosa que manifestar, dar a conocer que ella era una ganadora del sistema, entendido así, muy burdamente, por cierto.
Desde el otro lado, han aparecido todos los indignados, arremangándose la camisa para caerle encima a esta pobre, pobrísima mujer (pobreza de espíritu, de sesos, de filtro. Está demás decirlo). Pero hay muchos, por lo que puede apreciarse a simple vista, que no se indignan con la injusticia en sí, ni con el desdén que muestran unos pocos en contra de otros muchos, sino que salta a la vista su indignación con el sistema que los ha dejado marginados y ven, con temor, como ese proceder y esa manera de "pensar" puede perfectamente atacarlos y hacer de ellos una presa más. Convengamos: Existen muchos idealistas a la vera del camino y que, una vez que tienen su oportunidad, gustosos aceptan entrar al sistema y se transforman en una eficiente pieza del armatoste que una vez repudiaron.
Pero dicen que por algo se parte:
Estos "indignados" salidos de los vericuetos del momento tampoco están demás. Ninguna indignación sobra a este respecto. (Los indignados de Wall Street no son otros sino aquellos que pertenecieron al sistema y la cuasi bancarrota del país del norte los hizo caer de una rueda de la que -de no mediar la desgracia- tampoco se habrían soltado).
Creo que fue Rawls quien dijo que la equidad proviene (en su teoría) de desconocer el lugar que uno realmente ocupa dentro del sistema, de manera que todos podremos convenir en las reglas más justas y menos perjudiciales, precisamente, porque nos cubre ese "velo de ignorancia" que nos hace temer. Acá se aplica la misma lógica pero a la inversa: en efecto se ha estado en ambos sitios (los indignados del primer mundo, sobre todos los otros) y, habiendo caído en el abismo de encontrarse fuera de este sistema perverso, habiendo calzado los zapatos del otro, no pueden menos que convenir unas reglas más beneficiosas para todos, aunque todo parta del simple temor. Después de todo, del temor a la convicción hay un solo paso. Si no lo creen, consulten las fuentes de casi todas las religiones.

14 de enero de 2012

¿Retomar?

No sé si este post signifique retomar el camino del blogguer. La verdad, dudo mucho poder lograrlo, aunque quisiera.
Releyendo muchas de mis entradas, casi no puedo creer que haya logrado escribir tanta porquería en los años en que estuve metida en esto. Cierto es que hay algunas cosas rescatables y dignas de tomar en consideración pero es igualmente cierto que existen otras tantas que son francamente decepcionantes.
Tal vez se deba a que mi percepción de la vida ha cambiado mucho de un tiempo a esta parte. Quizás no es eso. Creo que bien podría deberse a que mientras estaba inmersa en este extraño mundo, los comentarios y la cantidad de visitantes alimentaron mi siempre hambriento ego, al punto que llegué a pensar que éste era realmente un gran blog.
Mirado desde la distancia que dan los años sin postear (porque dos o tres post en los últimos tres años no es otra cosa que haber abandonado este barquito) puedo discriminar mucho mejor lo bueno de lo deplorable y siento que, de las casi 500 entradas que publiqué en los años mozos, no más de cincuenta podré atesorar.
Y debo reconocer que haber releído el blog durante los últimos días me trajo una amarga sensación de estar frente a algo casi completamente desechable. Me entretuve mucho más con los comentarios que con las entradas y, desde ese prisma, por respeto a todos quienes se tomaron la molestia de opinar, no voy a seguir mi primer impulso de suprimir el blog.
Me gustaría, sin embargo, intentar mantenerlo vivo. Claro que tratando de ser un poco más detallista, preocupada de lo que escribo, sin andar soltando tanta estupidez.
Para comenzar, puede que escriba algunas de las cosas que vengo paladeando desde hace tiempo. Tal vez pueda integrar acá algo de lo que tengo diseminado en otros medios digitales (Facebook, Gmail+ y otros blogs). Quizás se me ocurra algo digno de compartir con ustedes (y, con ustedes, muy probablemente me esté refiriendo a nadie).
Como sea, me gustaría retomar este medio de comunicación, porque, en su momento, me trajo muchos momentos muy gratos y me permitió seguir mi primario impulso de escribir.
Historias para contar creo que no me faltan. Afán de hacerlo tampoco.
A ver si esta vez puedo ser un poco más madura que hace seis años, menos soberbia: eso sería realmente bueno.
Igualmente bueno sería volver a tener lectores y el consiguiente feedback. Para un aspirante a escritor (que creo que es el verdadero motor que mueve a los poseedores de bitácoras personales), sea bueno o malo, ésta es una excelente herramienta de aprendizaje y una oportunidad única para cualquiera persona para compartir con otros, vengan de donde vengan, sin importar credos, dogmas ni nada.

5 de marzo de 2011

Cuando las cosas se reiteran...

...la vida ya no es igual.
Ahora ya no solo no tengo madre, tampoco tengo padre.
Cuando perdí a mi madre sentí que mi vida ya no tenía sentido, sentí un dolor enorme y desconocido hasta entonces. La depresión me abrazó, me acunó, me penetró y se hizo mía para siempre. Pero logré mantener la cordura, las cosas bajo control....al menos hasta cierto punto.
Me reinventé por ellas y después de ellas.
Y ahora, mi papá también se ha ido...para siempre y aunque era terrible vivir con él, también era bello y gratificante. Y nos acompañábamos los dos. Aunque no lo pareciera, aunque ambos nos sintiéramos más bien solos.
Hoy sí conozco lo que es la soledad y el desamparo. Eso de levantarse a las cuatro de la mañana y ducharse, porque ya no hay más que dormir ni que soñar.
Eso de hacer lo que se me antoje sin que nadie se meta y sin reproches: Quiero un reproche...o más bien me hace falta. Necesito que alguien me diga "Si, no, ¡hasta cuándo!, no me gusta, etc".
Quisiera que alguien se alegrara con mis alegrías y se entristeciera con mis penas, de esa forma extraña que tenía él de demostrar sus sentimientos. Pero voy a su dormitorio y solo hay muebles, cama clínica, implementos para enfermo... y su impalpable omnipresencia.
Ya no hay nadie en el living viendo tele y haciendo zapping sin parar. Ya no hay nadie a quien esperar para prerapar el almuerzo ni noches presurosas cocinando para el día siguiente.
Ya no está la enfermera cuando llego para darme un reporte del día ni ese caballero que no sabía quién era yo y hasta me agarraba a a cachuchazos cuando me acercaba a su cama...la enfermera, entrañable señora Gloria que me avisaba que tenía que comprar mil y un implementos, comidas especiales y medicamentos para ese viejito que solía ser mi padre.
Ya nada es igual, otra vez.