
¡Hazte a un lado! Le dijo con voz firme.
Y él lo hizo, sin siquiera chistar. Se sentó sobre una piedra quemante, mientras el sol golpeaba su frente y sus sienes bombeaban como tambor africano.
¿Podrías callarte o bien te alejas si es que no piensas parar de cantar esas estupideces?
-Pero si ya me alejé lo suficiente y casi estoy friéndome con este calor. Además la canción no es mala.
Mira, si tu "canción" fuera buena, hasta estaría dispuesta a escucharte chillar ¿Es que no puedes vivir sin tener que molestarme? Primero invades mi espacio y luego no me dejas ni descansar.
-Está bien, voy a caminar por ahí un rato.
Me parece perfecto, siempre y cuando no te alejes mucho, porque no tengo ganas de deambular por ahí buscándote como si fueras un chiquillo perdido.
-Voy a estar cerca ¿Quieres que te traiga algo?
¿Algo como qué? ¿una rama, una piedra, otro cabro molestoso? A ver, tráeme un Pinot bien helado y una tabla de quesos.
-Pero ¿dónde consigo eso?
Exacto, eres brillante. Estamos en medio de la nada ¿qué podrías traerme? Mejor te vas debajo de ese árbol, aprovechas de escuchar el río y cantas todo lo que quieras, porque desde ahí, nadie te va escuchar.
Y lo hizo: caminó hasta el árbol, junto al río pero no cantó. Solo se dedicó a escuchar el tintinear de las piedras llevadas por el torrente. No era su canción pero resultaba casi melodioso. Ella estaba lejos, tanto que parecía una cucaracha de espaldas, toda cubierta por un pegajoso veneno, sofriéndose, adobándose en su jugo.
Una fuerte y repentina brisa le trajo unas gotitas de agua de río.
- ¿Será verdad eso que dice la gente? Que el agua estanca mantiene todo lo malo pero la corriente se las lleva?
¿Dónde se habrá metido éste? Por la cresta, si lo que más le dije es que no se alejara. Ahora capaz que me quiebre una pierna entre tanto pedrerío y todo por tener que ir a buscarlo.
Y lo llamó por largo rato pero él no aparecía. Finalmente, caminó hasta el árbol bajo cuya sobra lo vio por última vez.
¡Ni rastro! Me estropeó una perfecta tarde de relajo.
Y el muy estúpido dejó acá su reloj y sus zapatillas. Si no es por mí, las habrían robado.