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6 de septiembre de 2010

La decepción

Así como escribí que estaba ultra incómoda en el lugar al que había llegado, ese mismo fin de semana me agarré no sé qué bicho (según los doctores que me vieron (que fueron dos) era influenza, de ésas que hacen doler la cabeza como si fuera calabaza apaleada y exponen lás débiles paredes intestinales y estomacales a estados nada higiénicos ni fáciles de llevar. Ante tal circustancia, llamé a pega porque no podía moverme ni de la puerta del baño, me tomé como tres Diarén más dos pastillas de carbono y partí a mi anterior trabajo a implorar, casi literalmente, que me permitieran quedarme con una suplencia que justo se había producido. Como mi suerte es, por decir lo menos, esquiva, me hicieron una tapa que hasta en China pudo oírse. Mis más cercanos no daban crédito a la noticia (que no supieron de inmediato, porque preferí irme mutis por el foro, con el hocico partido y el rabo entre las piernas).
Así todo, algo de suerte me llega, o bien Dios me da inesperadas oportunidades y ya estaba revolcándome de pena cuando me llaman para un trabajo y empecé al día siguiente (claro que llevar un año de puras suplencias e interinatos ya me tienen los nervios harto más que simplemente destrozados)
No es un gran lugar. Nadie es amigo de nadie, nadie habla con nadie. Los correos con copia a los jefes acusàndose mutuamente de garrafales errores van y vienen, sin embargo, el lugar al menos está con menos de mitad de su dotación completa, lo que me permite zambullirme en la pega e intentar olvidar todo, todo lo que me rodea y lo que me ha sucedido.
Pero no estoy bien. En lo absoluto. He hecho cosas con las que siempre fanteseé algo pero jamás me había atrevido. El sábado pude, sin embargo pero no logré mi objetivo, salvo un gigantesco encontrón con unas tipas, tan mayúsculo, que hasta garabatos les propiné, yo que no digo ni mierda. Luego de ello un incontrolable ataque de llanto, con sangre esparcida por toda mi cara y un dolor de mucosas y garganta que solo he sobrellevado a punto de oralgene, ortoxine o como cresta se llame ese medicamento que evita los dolores de gargante al tiempo que tambié previenen y matan infecciones.
Lo que ocurra de aquí en más solo Dios lo lo sabe, así como también sabe que se me agotaron las ganas de todo y solo me despierto para trabajar y al volver me duermo lo antes posible para olvidarme de todo, tal y como no lo estoy haciendo ahora.
Ni siquiera quiero recordar las varias personas que han decepcionado profundamente, a quienes definitivamente no odio pero que mantendré bien alejadas de mi si es que por esas cosas de la vida me las vuelvo a topar.
Es el fin, de una etapa, de un ciclo o de todo...no lo tengo claro. Solo sé por ahora que, siendo las seis de la tarde me voy a acostar y espero no despertar hasta que la alarma suene mañana.