El Porrazo

No es un porrito que te vaya a dejar volando una semana entera: Es un costalazo de marca mayor.

Ayer, a la salida del trabajo, estaba lloviendo. Paramos antes en la entrada con una amiga a fumar un merecido pucho, cuando recibo un llamado telefónico de ésos que descomponen el ánimo a niveles superlativos. Acabó la llamada, apago mi pucho (o lo tiro a un charco de agua, ya no recuerdo bien), me doy la media vuelta para bajar los últimos seis escalones y me mando un costalazo de antología. No supe cómo pero de pronto estoy en el suelo, dando vueltas como chancho en el barro. Me dolió hasta el poco pelo que nace de mi cuero cabelludo.

A tanto llegó el asunto que mi amiga llegó a pensar que había quedado inconciente.

Así como la canción de Víctor Manuel, no quedó un lugar que no me hiciera sufrir. Me golpeé todo lo que es cuerpo. Algunas partes, como cabeza, espalda, rodillas, caderas, mano y tobillo (!!!) fueron las más afectadas.

Estoy tan machucada que mi manera de caminar es igualita a la Neil Armstrong cuando pisó la luna. Me falta la pura bandera gringa para ir a clavarla al lugar en que me caí y reclamar soberanía. A tanto llega, que creo que no solo me compré el recinto sino que la comuna completita.

Contar que me mojé como sopa y que el agua era fétida y nauseabunda es un pelo de la cola a estas alturas.

Listo, ahora me voy, porque tampoco quiero llegar tarde a mis nuevos dominios.