Subscribe:

19 de diciembre de 2006

Yo me iba a casar (relato navideño)

Conocí a G en diciembre de 1989, en una discoteque playera. Él tenía 18 años y yo 17.
Ambos andábamos de paseo con nuestros amigos de curso, pasando las neuras de haber rendido la PAA.


Pero yo no estaba sola: cerca del lugar en que nos encontrábamos con mis amigas (casi al lado) estaban nuestros "amigos", entre los cuales se encontraba una preciosura de muchacho (C).
A C lo conocí de casualidad. Se acercaba la fiesta de graduación y había decidido no ir: mejor sola que mal acompañada.
Yo estaba sentada en el banco de una plaza, tirada casi como lagartija, porque mis compañeras acababan de lanzarme a la pileta. A mi lado, estaba la niña más linda de mi curso y el solo estar a su lado me hacía sentir como un horrendo renacuajo. En fin, es necesario aceptar que uno es más fea que el 50% de la población femenina, por lo bajo.
Sin embargo, en ese minuto lo vi y odié a mi amiga por estar a mi lado. Él venía caminando a paso firme en nuestra dirección.
Aceptando de antemano que la belleza de mi amiga era superlativa y que él era el muchacho más lindo que yo haya visto, opté por lo lógico: me hice a un lado. Ya me estaba parando, cuando escucho su voz profunda diciéndome: "Por favor, no te vayas: te vi desde la otra cuadra y quise conocerte".
No podía creerlo. A él no le interesaba Lim, sino yo. Lim se paró junto a otra compañera y se marcharon entre risillas cómplices.
Conversamos un largo rato; no recuerdo sobre qué, mi embeleso fue superior. Solo recuerdo que al término de la conversación me invitó a su fiesta de graduación ¡Yo sería su pareja el día de su graduación! Me sentí atolondrada, tonta como puerta, sin saber qué decir para disimular mi asombro.
Como mi propia amiga Lim siempre decía: "dignidad ante todo", acepté ir con él bajo la condición de la reciprocidad (saqué lo único que tenía disponible: mi verborrea). Yo lo acompañaba, si él iba a mi graduación (aunque siempre me quedó la duda si aquéllo era más indigno que quedarme boquiabierta).
Sellado: Media hora antes no tenía ni mi propia fiesta dentro de las posibilidades y ahora tenía dos y con un acompañante de lujo.
Llegué a mi casa literalmente a saltos, sin poder creer lo que me acababa de ocurrir.
Sin embargo, una vez que volví a respirar normalmente y mi músculo cardíaco se relajó, me asaltaron una y mil dudas. Era como un cuento de hadas, demasiado irreal como para aceptar mi buenaventura sin dedicarme a darle vueltas mentales una y otra vez ¿Y si era una broma macabra? ¿Y si yo llegaba muy de fiesta a mi graduación y él no aparecía? ¿y si tuvo un lapsus y después lo pensó mejor?
Me martiricé durante casi un mes, hasta la noche de la fiesta. Llegué junto a mis padres, ingresé al primer jardín y ahí estaba él, perfecto, con una sonrisa impecable. Se acercó corriendo hasta mi, saludó a mis viejos y acto seguido me regaló una rosa y me dijo que estaba hermosa ¡Hermosa! Nunca alguien me había dicho algo así (o con tanta convicción).
Estuvimos juntos por un año, aunque jamás quise darle el "mote" de pololeo.


Pero volvamos a la playa: Una vez que se realizaron las fiestas de graduación y que habíamos rendido la PAA, nos fuimos a la playa:
Él (C) con su grupo de amigos y yo con mis amigas. Nos juntábamos a almorzar y luego a la playa. Por las noches hacíamos fogatas o nos íbamos en patota a una disco.
Una de esas noches, yo no quise bailar con él. No recuerdo por qué. Tal vez estaba enojada o cansada.
Desde mi asiento empecé a sentir penetrantes punzadas. Sin duda había por ahí unos ojos observándome. Podía sentirlos con mucha fuerza pero por más que miraba hacia todos lados, solo veía oscuridad interrumpida por fugaces luces multicolores.
Más tarde que temprano, lo ví. Nos miramos con insistencia por largo rato, hasta que me sacó a bailar y luego nos sentamos a conversar. Era muy masculino. Me encantó su cara, su pelo, su conversación y sus manos.
Al día siguiente nos vimos en la playa, caminamos por la arena, intercambiamos números de teléfono.
Para navidad, G llegó inesperadamente a mi casa y traía una tarjeta y un regalo. Alargamos los minutos hablando sobre cualquier cosa, hasta que se marchó. Cuando nos despedimos, nos dimos un abrazo nervioso: yo creo que ambos pensamos en un beso pero ninguno tuvo el valor.
Con el correr del tiempo hemos seguido siendo amigos. Solíamos hablar dos o tres horas seguidas por teléfono, durante largos años, aunque no creo que nos hayamos visto en persona más de 10 veces en 17 años. Teníamos y seguimos teniendo muchas cosas en común.
En una de esas conversaciones, en donde hablábamos absolutamente de todo, surgió el tema del matrimonio. Ambos estábamos solteros y dijimos que si a los 30 seguíamos solteros, deberíamos casarnos (esto fue antes de la película de la Julia Roberts, por si acaso). Después de todo, tanto a sus amigos como a los míos les había picado el bichito del "juntos hasta que la muerte nos separe" y nos estábamos quedando solos, viendo como pasaban los últimos vagones del tren.
Calculo que tendríamos unos 25 a 28 años cuando "arreglamos" el asunto.
Hoy tengo 34 y él 35. Seguimos estando solteros, seguimos siendo amigos, aunque ahora nos leemos en vez de colgarnos del teléfono. Tenemos una sola diferencia sustancial: Yo tengo mejor memoria cuando se trata de ese tipo de compromisos, porque recuerdo el arreglo perfectamente y a él se le borró del disco duro.


Listo, G, te he refrescado la memoria pero no vayas a creer que estoy tan trastocada como para cobrarte la palabra. Odio la sola idea de perder un amigo.
Ten presente que eres el único amigo que he conservado por tan largos años.

¿Vamos a seguir arreglando el mundo en palabras, cierto G?



Con Billy Idol se lee mejor:

16 OPINAN ¿Y BOSTON?:

  1. Ufff, fuerte e intensa la historia, además de duradera... ¿Mi veredicto? Aún pasa algo por ahí--->


    Un abrazo

    ResponderBorrar
  2. Hay algo, sin duda: Un cariño fraterno

    ResponderBorrar
  3. Tremendo tu relato navideño..! Me encantó, me sentí en cierto modo parte de él... Hay siempre un amigo especial por ahí que una no quiere perder y se llena de dudas y cosas... Heavy... En estos casos la amistad para mí es mucho más importante... Sigo creyendo que el amor tarde o temprano se funa...

    Besos, niña linda!

    ResponderBorrar
  4. El medio garrotazo!, en fin, por cosas así yo siempre he pensado que lo mejor es el sistema hindú donde los matrimonios los arregla la familia cuando los novios son cabros chicos. Así no hay que andarse preocupando de leseras.

    ResponderBorrar
  5. Kein: Te encuentro toda la razón. El amor siempre termina mal y qué bueno que te hayas sentido parte de la historia, me gustó eso.

    Tom: como siempre, entendiendo las cosas al revés. Esto era como una oda a la amistad y lo transformaste en calzoneo puro. Te voy a mandar un libro de autoayuda para navidad...

    ResponderBorrar
  6. Tsssss al menos has tenido la suerte de que alguien te lo proponga, lo que es yo y mi vida desastre ni esperanzas de eso.
    Linda historia, emotiva, como siempre me hiciste recordar cosas de mis tiempos mosos.

    ResponderBorrar
  7. jajaja son bromas nomás, es mi mente de alcantarilla que no me deja ver la luz, tengo las neuronas corrompidas!!

    ResponderBorrar
  8. Ñeña: No era una propuesta matrimonial, era más bien un matrimonio por conveniencia (la conveniencia de no quedarse solos) Pero ninguno de los dos lo dijo muy en serio...tanto, que a G se le olvidó y todavía no se aparece a comentar...hombres!!!

    Tom: Claro que tienes mente de alcantarilla, es parte de tu encanto (te estoy calzoneando???)

    ResponderBorrar
  9. He venido mil veces a comentar y el sistema no quiere, pero hoy si, hoy comento y se queda...

    Formalmente me parece una historia excelente, con dos partes muy bien escritas... digamosló. Si tienes tus habilidades de escritora bastante desarrolladas.

    Respecto al tema: se me hace difícil identificarme con alguna parte del relato. Hay cosas de la vida que algunos viven mientras otros leen y piensan en infinidad de temas... no le veo nada de malo al matrimonio por conveniencia, al menos es un motivo bastante más creíble que el amor... y más aún si uno se casa para no estar solo, no creo que exista una razón más válida que ésa. Lo creo sinceramente.

    ResponderBorrar
  10. Me acuerdo de todo, de las largas conversaciones del episodio playero, de los temas del colegio -todavía se puede leer la firma de tu tía en mi diploma-, pero menos del matrimonio... menos mal que me tiraste un salvavidas y aclaraste más arriba que no lo dijimos tan en serio. En mi blog te respondí y ahora lo repito: eso era cuando aún creíamos que a los 30 ya íbamos a ser medios viejos, y medio como que no fue tan cierto... habrá que prorrogar la propuesta hasta los 40, aunque tampoco veo la vejez para esa fecha -cada vez más cercana, por cierto-. Lo que sí te aseguro, es que siempre vamos a seguir arreglando el mundo en palabras, " W"... ya de hecho sobrevivimos de un siglo a otro...

    ResponderBorrar
  11. Sole: Era solo un relato de mi adolescencia y parte de mi juventud. A mi me basta y me sobra con que lo hayas leído y que haya merecido tu comentario. A mi personalmente, el matrimonio lo encuentro respetable para quienes creen en él. Yo no creo. El casorio por amor fracasa por la convivencia diaria o porque simplemente el amor se esfumó (y siempre se esfuma porque no es eterno). Mientras, el matrimonio por conveniencia es demasiado triste -desde mi punto de vista- y pende sobre él la amenaza cierta que uno de los dos "matrimoniados" se enamore de alguien más y se acaba la unión de conveniencia

    Gabriel!!! Menos mal que sacaste la voz (o las palabras). Conté la historia porque no sé de otra amistad como la nuestra y me pareció bonito compartirlo. Para qué te digo que se notó a la legua tu pánico pero no temas, porque no tengo planeado cazuelearte a ti ni a nadie. Es más, cuando chica, yo, la más creyente, decía que iba a ser monja, porque a esa edad no veía como zafarme de un "destino matrimonial". Y no me explayo más sobre el particular, porque terminará por parecer una disculpa y no lo es.
    Sobre mi tía Olga, pues poco y nada sé de ella. Murió mi mamá y murieron mis relaciones familiares por esa rama.
    Respecto de la edad, yo me siento vieja desde los 15 más o menos y a los 40 seré una vieja decrépita (la vieja loca de los gatos).
    Pero sin duda, seguiremos componiendo el mundo a punta de palabrejas.

    ResponderBorrar
  12. Pensar que a mí me cuesta tanto tener amigas. Felicitaciones.

    Rabitinerante

    ResponderBorrar
  13. Hey Fulerita, si no tiene nada de malo ser coqueta!. Dale nomás, la coquetería es la sal de esta perra vida

    ResponderBorrar
  14. Roberto: ¿acaso no tenemos al menos un germen de amistad?

    Sole: Pucha, me pones en aprietos, voy a tu casa, a ver que puedo contar.

    Tom: Toda la razón, tom, toda la razón

    ResponderBorrar
  15. Mención aparte merece el tema... buenísimo. Había olvidado lo que me gusta este artista.

    ResponderBorrar

¿y Boston?