Febrero del '84

Casi no puedo asimilarlo pero lo cierto es que el relojito de nuestro tiempo no pasa en vano.
Tengo recuerdos muy vívidos y patentes de Febrero de 1984.
Me acuerdo, por ejemplo, que en un mes más empezarían las clases en un nuevo colegio al que yo no quería ir y pataleaba casi a diario para lograr que mis padres se arrepintieran de tan insensible decisión. En mi opinión, me mandaban directo al patíbulo: Un colegio inmenso, solo de niñas, miles de ellas, con cursos de 40 alumnas, 12 cursos por grado y mi colegio hasta el minuto tendría máximo 100 alumnos. Todos nos conocíamos, los profesores eran los "tíos" y muchos de mis amigos permanecerían en él.
Yo estaba en la playa, en una suerte de condominio vacacional al que he ido durante más de 30 años...(ufff).
La mayoría de mis cumpleaños los he pasado allí. Ese año no fue la excepción.
No era cualquier cumpleaños: cumplía 12 años y los doce es una edad trascendente para cualquier niño. Obvio, oficialmente dejas de ser niño y te transformas en adolescente (qué palabra más parecida a "fosforescente"...se me antoja que no es coincidencia). Jurídicamente, pasaba de ser una infante a una "doncella", el día menos pensado me asaltarían los días Ripley (y claro que me asaltaron y me tomaron de sorpresa).
Qué inmensa cantidad de cambios se me venían encima y yo estaba muy conciente de esto. Demasiado, tal vez.
En mi centro de veraneo existen diversas instalaciones para los socios, entre ellas una disco. En esa época, los viernes la disco era solo para cabros entre 12 y 17 años. Ley seca, "discopeque" le llamaban pero lo más interesante para mis amigos y yo era que funcionaba exactamente igual que para los adultos: mismo horario de amanecida, misma música, mismos videos sobre las paredes. La única diferencia era la total ausencia de alcohol.
Mi suerte me acompañó el día de mi cumpleaños. Cayó en viernes y cumplía 12, así es que por vez primera en mi vida, iría a una discoteque. No me imagino un mejor regalo ni una mejor iniciación a esa nueva vida de no-niña.

Dieron las 11 de la noche (hora de inicio de funciones danzantes) y entré al lugar enfervorizada. Bailé toda la noche con mis amigos pero mi primer baile, mi primera canción de disco fue ésta y jamás la olvidaré. Hasta me acuerdo con quien la bailé: Sergio, uno de mis mejores amigos de arena y sol.

Para mí, las cálidas noches de verano tienen la voz de Peter Schilling.