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22 de mayo de 2006

STIGMATA

Los estigmas no pertenecen a la iglesia católica, como designios de fe manifestados en el creyente a través de las heridas del Cristo crucificado. Son estigmas, claro está, que muy de vez en cuando aparecen y no siempre tienen explicación. Así San Pío, cura católico del siglo pasado, los llevaba constantemente en su cuerpo y las gentes que convivían con él lo santificaron en vida por tales señales divinas. Pero dicho acontencimiento pende sobre las cabezas de quienes lo han sufrido, no como una estigma, en su acepción laica, sino como señal cierta de su religión y como una bendición que les ha caído del Altísimo por su siempre inescrutable y misteriosa voluntad.
Estigma es, en cambio, una señal patente, visible de una condición mal mirada por nuestra sociedad y que encasillan a todo aquel que las presenta dentro de un marco de segmentación y segregación negativa, de la que es muy difícil salir, a menos que el estigmatizado demuestre que no es lo que su estigma señala. En otras palabras, cae sobre éste el peso de probar ser un miembro más de la sociedad, del rebaño que no evidencia marcas o defectos y que puede, por lo msimo aspirar al mismo tratamiento e igual dignidad gozadas por los demás. Porque, seamos honestos, eso de que todas las personas nacen iguales en libertad y derechos (art. 19 de la Constitución Chilena) no es para nada una realidad, sino un ideal, una aspiración que no podrá jamás concretarse a menos que la cultura llegue a ser lo suficientemente profunda como para internalizar en el inconciente colectivo esta idea, de modo tal que todos creamos esto y lo practiquemos, sin estigmatizar a nadie.

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